En la segunda mitad del siglo apareció el concepto de alta costura (haute couture), iniciado por Charles Frederick Worth. En el siglo XIX, el auge de la burguesía propició la llegada de nuevos roles en la moda, con una mayor acentuación de las diferencias entre sexos: la vestimenta masculina se volvió más austera, con trajes entallados, sin adornos, con preferencia por tonos oscuros; para la mujer, excepto en el período neoclásico, se impuso el uso del corsé y de pesadas faldas con enaguas o crinolina, lo que dificultaba sus movimientos, un símbolo de su escasa libertad a nivel social.